Ese día nada era entendible.
Por el cielo iban rebotando susurros tenues sueltos al azar
y en la tierra un manto de humedad cubría cada poro de la aurora.
Un ángel envuelto en melodías entrañables
rompía la armadura de una doncella con solo respirar
Los castillos no existían, pero si batallas campales contra la distancia sobre sábanas de seda.
Un átomo se desprendía del silencio rumbo al sur buscando refugio en medio de la madreselva.
Ella iluminaba sus labios con un gesto armonioso.
Él irradiaba gozo bruñido por los ojos.
La objetividad había viajado a tierras lejanas,
resultaba tan fácil empalagar cualquier existencia con solo vislumbrar sus figuritas de muñecos dulces de mimbre.
Ese día se podían recorrer 4 pasos por 29.